Ponencia presentada por los estudiantes:
David Baena Castro
Alejandro Puerta Cuartas
Juan Sebastián Uribe
EL GOBIERNO DE SÍ MISMO
«Hasta
que no tengan conciencia de su fuerza,
no se rebelarán, y hasta después de haberse rebelado,
no serán conscientes. Éste es el problema.»
George Orwell, 1984
no se rebelarán, y hasta después de haberse rebelado,
no serán conscientes. Éste es el problema.»
George Orwell, 1984
A modo de introducción,
quisiéramos partir del presupuesto, de que consideramos inoficioso realizar una
ponencia en la cual planteemos la forma, que desde nuestro punto de vista sea
la mas adecuada para gobernar, partiendo de las razones que hay para gobernar,
que es la pregunta que el congreso propone. Asumimos esta posición debido a que
la población que asiste a este evento, en su mayoría está conformada por
estudiantes, a los cuales nos falta mucho tiempo, en términos de edad, para
llegar a ser gobernantes, tiempo para el cual, será insignificante cualquier
disertación presentada en este congreso, (también lo será en corto tiempo,
seguramente) y, además de nosotros, se encuentran los profesores, quienes ya
han elegido su carrera, la cual por supuesto, puede cambiar en cualquier
momento, pero tampoco es muy probable, que alguno de los maestros acá presentes
tome la decisión de convertirse en presidente o mandatario. Por lo tanto, hemos
decidido que si esta ponencia iba a tener algún fin (si es que lo tiene),
debería ser completamente subjetivo, o sea, que sea netamente dirigida al
individuo, a cada persona en relación con el gobierno, de tal manera que
nuestro trabajo pueda aspirar a algún tipo de trascendencia diferente de la que
tiene en nosotros mismos al realizarlo, nos limitamos entonces a presentar
nuestra propuesta.
Cada hombre parece un barco: navega, zozobra, se
pierde, se encuentra e, incluso, se amotina en él mismo. Y, sin embargo, lo más
importante de todo resulta ser que cada punto sobre el cual se anticipa, cuando
marca un camino, es simple probabilidad. Él mismo, si deseara moverse al Norte
o al Sur, podría hacerlo. Aunque claro, su movimiento siempre es
circunstancial, y la posibilidad de moverse en tales direcciones está
condicionada por el pasado, en el cual libremente había elegido moverse al Este
o al Oeste. Pero es precisamente esa libertad, y esa contingencia respecto a
los planes, lo que hace necesario que el barco sea gobernado. Fue, quizás,
similar la metáfora que hizo que la voz griega κυβερνάω, que
significa controlar un barco, pasara al latín como gubernare para significar, finalmente, lo que se entiende por
gobernar, esto es, dirigir. No obstante, por lo que se puede ver, entender gobernar
como dirigir es insuficiente, por el simple hecho de no involucrar en ningún
momento al ser humano. Nace así la definición aquí propuesta: gobernar es disponer
de la libertad. Como si dirigir implicara no sólo decidir qué hacer; sino, más
bien, comprometer la libertad propia cual barco optando por un camino. Por esto
mismo, resulta necesario no indagar por cuáles son las razones para gobernar;
sino, mejor, partir desde cada individuo y preguntar ¿cuáles son los motivos
para gobernarse?
Para responder a esta pregunta,
buscaremos definir aquello que significa el individuo en su necesidad de
relacionarse con el otro. Asimismo, estableceremos en qué puede devenir la relación entre ellos y cómo un individuo heterónomo
se cosifica, delegando su libertad en un Juramento.
A partir de estos presupuestos, se explicará lo que significa el gobierno-en-sí-mismo
y de qué manera el individuo utiliza a
la sociedad como instrumento para alcanzar unos logros establecidos en la
creación del Juramento. Luego se
indagará cómo, al encontrarse dicho individuo solo en su libertad, se fisura el
susodicho Juramento, reconfigurando
su relación con el otro, o reintegrándose al gobierno-en-sí-mismo al delegar de
nuevo su libertad. Finalmente, se verá cómo un individuo autónomo, en tanto reconfigura
sus relaciones con el otro, puede llegar a que cada individuo en sociedad
establezca un gobierno-de-sí-mismo. Proponiendo así, que un gobierno debería
fundamentarse en el uso de la libertad por parte del individuo, al momento de
configurarse como ser autónomo, sin que esto implique cosificar al otro en
tanto se cosifica a sí mismo.
Empecemos pues, diciendo que todo
individuo es a la vez indeterminable y fáctico. Así, es indeterminable porque
tiene como mínimo la posibilidad de constituirse de manera tal que sea lo que
no es o, más bien, de anticiparse en el mismo acto de disponer de su existencia
para irse construyendo su esencia. Como diría Jean-Paul Sartre (2007) en su conferencia El existencialismo es un humanismo “El
hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se
quiere y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de
este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se
hace”. Siendo esto exacto en tanto aceptemos que
cada hombre, en cuanto individuo, es una proyección infinita de sí mismo, un
proyecto inacabado. Sin embargo, cada individuo posee cierta facticidad cuando
hacemos cuantificable y determinable aquello que lo hizo y lo limita, es decir;
su pasado, sus circunstancias histórico-sociales y su cuerpo fisiológico. Por
lo mismo Sartre (1968) afirmaría en El
Ser y la Nada “Schmitt era obrero
berlinés de 1870; es, en tanto que
está arrojado a un mundo, en una «situación»”, en otras palabras, cada
individuo, aunque se proyecta para hacerse, siempre es un individuo cargando
unas circunstancias.
Ahora bien, un individuo al
proyectarse, y al estar en situación, debe al menos aprehender una realidad.
Por ejemplo, Juan puede ser lo que él desee, pero solo puede serlo dentro de su
contexto; y por lo tanto, debe aprehender que es alto, que va al colegio, que
tiene 17 años y que vive en el Poblado, entre otras condiciones que de alguna
manera sean determinables. De esta forma, al encontrarse un individuo con otro,
el otro como individuo se me aparece
como objeto de la realidad, y viceversa. Seamos más claros, Juan estudia con
Pedro, pero, para Juan, Pedro es un elemento más del colegio. Pedro, en ese
instante, es objeto de la realidad de Juan. Esto, sin embargo, hace que los
individuos se relacionen haciendo, cada uno, validar su realidad –el otro no
desea ser validado como objeto–. Esta relación, para que el otro sea como individuo, ha de ser una
confrontación entre realidades; pues “el individuo reclama su cumplimiento como
individuo, el reconocimiento de su ser concreto, y no la explicación objetiva
de una estructura universal” (Sartre, 1968). En otras palabras, ha de ser una
confrontación de realidades en tanto que el individuo busque ser validado como
otro que también es individuo, no como categoría filosófica que busca ser
objetiva, pero sí como un alguien único e individual que, al igual que el otro,
constituye una realidad a partir de determinados elementos. A esta
confrontación que hace que se relacionen los individuos le llamaremos, aquí,
relación de tensión. Y tendremos que la misma puede devenir en el
reconocimiento del otro como igual, como individuo; o en la cosificación del
otro como objeto de mi realidad.
Entendemos, pues, que el individuo al
relacionarse con el otro se encuentra inmerso en la sociedad. Este individuo
tiene dos tendencias, la heteronomía, en la cual convive con el otro, por
motivaciones externas, y la autonomía en la cual es con el otro y convive con
este motivado por su criterio mismo. Se hará después la relación de la
heteronomía con la vanidad y la autonomía con la auto-expresión.
En ésta debe, por lo tanto,
interactuar con los otros, a los cuales debe reconocer como iguales. Es aquí
donde puede percibirse una primera causa de tensión en las relaciones; ya que,
si al otro no se lo reconoce como igual, no hay motivación íntima para proceder
de tal manera que surja una convivencia naturalmente entre los dos individuos
que interactúan. En el momento en el que se reconoce al otro como igual, asumiéndolo
como individuo en potencia de desarrollar su autonomía, los motivos para no
causarle perjuicio al otro se vuelven el respeto y reconocimiento de su
condición -que, es la misma para los dos-. Por otro lado, mientras al otro no
se le reconozca como igual y no se logre sostener una relación, en la cual la
autonomía y el reconocimiento del otro primen en la sana convivencia, será
necesario remitirse a un juramento. Dicho juramento consiste en delegar las
libertades para formar un grupo en el cual se establezcan determinados
principios, que reglarían y juzgarían a todos los miembros, tanto desde un
ámbito jurídico como moral, de tal forma que el juramento mismo, se convierte en
el criterio social. Así, los individuos que se remiten a éste, al no ser
capaces de sostener la relación de tensión, establecen en el juramento los
principios mínimos de convivencia. Puede entonces decirse que el respaldo de la
convivencia, es el juramento mismo y no la íntima determinación de reconocer al
otro como igual, como individuo en potencia de desarrollar su autonomía.
Si asi lo fuera, no habría necesidad
de hacer un juramento, ya que el juramento se hace por uno mismo inserto en la
sociedad con el otro, y no por el otro. En esta dificultad de reconocimiento
del otro, debe permanecer el juramento. El individuo autónomo únicamente es juzgado por el juramento, por el
simple hecho de pertenecer a la
comunidad que se rige por este.; pero este individuo no es reglado por el juramento,
aunque es posible que su respaldo de proceder sea paralelo al del mismo. Es
diferente el caso del individuo autónomo y el heterónomo; en una misma acción,
por ejemplo, la decisión de no cometer un delito, el fundamento de las dos
actitudes es diferente. Sirva de ilustración lo que Fernando González afirma al
respecto, en su ensayo Los Negroides:
“No hay que dejarse engañar por los actos; la motivación les da el valor. Por
ejemplo, el que abandona la corbata, puede ser para distinguirse o porque ya no
le encuentra sentido. Tenemos, pues, que la corbata nada significa. Hay
corbatudos vanidosos y los hay geniales. Hay hombres desnudos que son vanidad.
Lo importante, en la cultura, es que todas las manifestaciones manen
directamente de la personalidad.” Acá, puede distinguirse que el proceder del
individuo heterónomo es vanidoso y el del autónomo parte de la auto-expresión.
“Llamamos vanidoso a un acto, cuando no es centrífugo, es decir, cuando no es
manifestación de individualidad [...] Vanidoso es quien obra, no por íntima
determinación, sino atendiendo a la consideración social.” En contraparte, la
auto-expresión es poner en manifiesto la individualidad, actuar por
motivaciones propias. Es aquí donde se distinguen los dos tipos de individuos
anteriormente enunciados, que a pesar de actuar en alguna situación de la misma
forma, se fundamentan diferente y es ésta y no otra la raíz de la imposibilidad
de tener una sociedad autónoma, que no necesite recurrir a un juramento para
lograr una sana convivencia, que propicie un mejor desarrollo.
Un individuo heterónomo, una vez se une al grupo, al
delegar su libertad se encontraría inserto en un gobierno que busca reglar y
juzgar a los individuos como una masa sin que estos sean reconocidos como un otro como individuo. Este gobierno
resulta directamente del juramento, es decir, no es un gobierno de una persona,
sino la tendencia de una actitud; siendo así que se nos muestra un gobierno que
mira en sí mismo, y no un gobierno que resulta de cada individuo. En este orden
de ideas, nos encontraríamos pensados y no pensando, vividos y no viviendo,
hablados y no hablando, etc.; a este gobierno le llamaremos
gobierno-en-sí-mismo. No obstante, para que dicho gobierno pueda cumplir su
propósito, debe manifestarse en una persona. Dicha persona es la manifestación
de una tendencia, y es quien encarna al gobierno-en-sí-mismo; utilizando a la
sociedad como un instrumento en favor de sus propósitos.
Tal situación, sin embargo, no
expresa la totalidad de las posibilidades que abarca el gobierno-en-sí-mismo.
El juramento comienza a fisurarse una vez el individuo se encuentra solo con su
libertad, entendiéndose esto como el deterioro de dicho juramento cuando una
persona se encuentra en una circunstancia en la cual puede disponer de varias
posibilidades; siendo este el sentido en el cual se puede afirmar, con Sartre,
que "el hombre está condenado a ser libre". Por ejemplo si Arturo
quiere matar a Tulio y al momento de la decisión crucial se encuentra más allá
de la legalidad y decide no matarlo por la sentimentalidad, el juramento se
habrá deteriorado por el hecho de no encontrarse reglando a Arturo. En este
punto efímero en el cual él se encuentra solo con su libertad, tiene entonces
dos opciones: volver a delegar su libertad al juramento o reconfigurar sus
relaciones con Tulio. Entendemos así que la fisura se da por la libertad que
posee el individuo, bien para reafirmarse en el Juramento, bien para reconfigurar
la relación con su semejante. Si al reconfigurarla, son capaces ambos de
mantenerla autónomamente, devendrán entonces en individuos autónomos que se
reconocen como iguales, es decir que se auto-expresen nos encontraremos pues,
finalmente, con lo que llamamos un gobierno-de-sí-mismo. No es posible en este
caso que se establezca un nuevo juramento, el cual solamente puede existir
(desde donde lo entendemos) si un grupo de personas llega al consenso de
delegar su libertad.
Ahora, se abordará el proceso de
construcción del gobierno de-sí-mismo, en el cual cada individuo
obligatoriamente deberá ser el único responsable de manifestar su
individualidad, lo cual se logra por medio de la auto-expresión. Consideramos
menester, ahondar inicialmente en el término auto-expresión. Para Fernando
González, esta actitud es la contraparte de la vanidad y afirma que: “La
vanidad está en razón inversa de la personalidad. Por eso, a medida que uno
medita, que uno se cultiva, disminuye.” De tal manera que la propia
fundamentación sea el producto de la revisión y construcción de un criterio
propio en el cual se considera no tanto el actuar, sino más bien las
motivaciones hacia éste. El actuar cobra importancia por añadidura ya que al
reconocerme a mí mismo como sujeto en potencia de auto-expresarme, reconozco al
otro como igual, que comparte la misma potencia de ser e identifico de tal
forma el agredir o atentar contra el otro, un atentado contra la auto-expresión
del mismo, que resultaría impidiendo la construcción de una sociedad autónoma
que pueda prescindir del juramento. Esta heteronomía fundamentación del
proceder propio no es asunto de masas, por lo tanto, no habrá un líder que
pueda erigirse en poder, ya que de tal manera, puede presentarse un juramento
dentro del juramento, se entraría a dogmatizar para combatir la dogmatización
del juramento; lo cual no sería conveniente para la construcción de la sociedad
que se busca. Por lo tanto, cada individuo es responsable de sí mismo y no
delega su libertad a ninguna persona o entidad, de tal manera que pueda
contribuir a la construcción de relaciones de tensión que no necesiten del
juramento para que esta se vea respaldada. Así, comenzará a poder prescindirse del
reglarse por el juramento, aunque siempre estará presente el poder ser juzgado
por el mismo. Pero este ser juzgado, si es que se logra la situación utópica
que proponemos, no estaría validado por el juramento, sino por la íntima determinación
común de no atentar contra el otro y reconocerlo como sujeto en potencia de
auto-expresarse.
Para finalizar, sólo quisiéramos
enfatizar sobre la propuesta de constituir un gobierno-de-sí-mismo que, en
últimas, le permitiría a cada individuo disponer de su libertad en el acto
mismo de auto-expresarse con el otro. En otras palabras, el respaldo de todo
gobierno debe ser por motivos íntimos; pudiendo ser éste paralelo a los
principios de convivencia establecidos; de tal forma que cada individuo no se
cosifique en el mismo acto de cosificar al otro, partiendo del presupuesto de
que nadie debe ser reglado sino juzgado por los principios mínimos de
convivencia. Pero, aún queda una incógnita sin resolver: ¿qué tan posible es
determinar unos principios mínimos de convivencia universalizables?.
Ustedes mostraron que tienen muy buen discurso e ideas en lo que expusieron, pero cuando hablaron dejaron muchas de sus ideas en el aire, pues si hablan del gobierno de si mismo, por que no están de acuerdo con que nosotros los jóvenes si podemos hacer algo, además de pensar como ustedes lo hacen y que eso es una esperanza y un camino hacia el gobierno de nosotros mismos, porque de lo contrario se estarían contradiciendo ustedes mismos, en muchas de las cosas que dijeron.
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