sábado, 28 de julio de 2012

Ponencia Colegio San Ignacio


Ponencia presentada por los estudiantes: 

David Baena Castro
Alejandro Puerta Cuartas
Juan Sebastián Uribe

EL GOBIERNO DE SÍ MISMO


«Hasta que no tengan conciencia de su fuerza,
no se rebelarán, y hasta después de haberse rebelado,
no serán conscientes. Éste es el problema.»
George Orwell, 1984


A modo de introducción, quisiéramos partir del presupuesto, de que consideramos inoficioso realizar una ponencia en la cual planteemos la forma, que desde nuestro punto de vista sea la mas adecuada para gobernar, partiendo de las razones que hay para gobernar, que es la pregunta que el congreso propone. Asumimos esta posición debido a que la población que asiste a este evento, en su mayoría está conformada por estudiantes, a los cuales nos falta mucho tiempo, en términos de edad, para llegar a ser gobernantes, tiempo para el cual, será insignificante cualquier disertación presentada en este congreso, (también lo será en corto tiempo, seguramente) y, además de nosotros, se encuentran los profesores, quienes ya han elegido su carrera, la cual por supuesto, puede cambiar en cualquier momento, pero tampoco es muy probable, que alguno de los maestros acá presentes tome la decisión de convertirse en presidente o mandatario. Por lo tanto, hemos decidido que si esta ponencia iba a tener algún fin (si es que lo tiene), debería ser completamente subjetivo, o sea, que sea netamente dirigida al individuo, a cada persona en relación con el gobierno, de tal manera que nuestro trabajo pueda aspirar a algún tipo de trascendencia diferente de la que tiene en nosotros mismos al realizarlo, nos limitamos entonces a presentar nuestra propuesta. 


Cada hombre parece un barco: navega, zozobra, se pierde, se encuentra e, incluso, se amotina en él mismo. Y, sin embargo, lo más importante de todo resulta ser que cada punto sobre el cual se anticipa, cuando marca un camino, es simple probabilidad. Él mismo, si deseara moverse al Norte o al Sur, podría hacerlo. Aunque claro, su movimiento siempre es circunstancial, y la posibilidad de moverse en tales direcciones está condicionada por el pasado, en el cual libremente había elegido moverse al Este o al Oeste. Pero es precisamente esa libertad, y esa contingencia respecto a los planes, lo que hace necesario que el barco sea gobernado. Fue, quizás, similar la metáfora que hizo que la voz griega κυβερνάω, que significa controlar un barco, pasara al latín como gubernare para significar, finalmente, lo que se entiende por gobernar, esto es, dirigir. No obstante, por lo que se puede ver, entender gobernar como dirigir es insuficiente, por el simple hecho de no involucrar en ningún momento al ser humano. Nace así la definición aquí propuesta: gobernar es disponer de la libertad. Como si dirigir implicara no sólo decidir qué hacer; sino, más bien, comprometer la libertad propia cual barco optando por un camino. Por esto mismo, resulta necesario no indagar por cuáles son las razones para gobernar; sino, mejor, partir desde cada individuo y preguntar ¿cuáles son los motivos para gobernarse?


Para responder a esta pregunta, buscaremos definir aquello que significa el individuo en su necesidad de relacionarse con el otro. Asimismo, estableceremos en qué puede devenir la relación entre ellos y cómo un individuo heterónomo se cosifica, delegando su libertad en un Juramento. A partir de estos presupuestos, se explicará lo que significa el gobierno-en-sí-mismo y de qué manera el individuo utiliza a la sociedad como instrumento para alcanzar unos logros establecidos en la creación del Juramento. Luego se indagará cómo, al encontrarse dicho individuo solo en su libertad, se fisura el susodicho Juramento, reconfigurando su relación con el otro, o reintegrándose al gobierno-en-sí-mismo al delegar de nuevo su libertad. Finalmente, se verá cómo un individuo autónomo, en tanto reconfigura sus relaciones con el otro, puede llegar a que cada individuo en sociedad establezca un gobierno-de-sí-mismo. Proponiendo así, que un gobierno debería fundamentarse en el uso de la libertad por parte del individuo, al momento de configurarse como ser autónomo, sin que esto implique cosificar al otro en tanto se cosifica a sí mismo.


Empecemos pues, diciendo que todo individuo es a la vez indeterminable y fáctico. Así, es indeterminable porque tiene como mínimo la posibilidad de constituirse de manera tal que sea lo que no es o, más bien, de anticiparse en el mismo acto de disponer de su existencia para irse construyendo su esencia. Como diría Jean-Paul Sartre (2007) en su conferencia El existencialismo es un humanismo “El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace”. Siendo esto exacto en tanto aceptemos que cada hombre, en cuanto individuo, es una proyección infinita de sí mismo, un proyecto inacabado. Sin embargo, cada individuo posee cierta facticidad cuando hacemos cuantificable y determinable aquello que lo hizo y lo limita, es decir; su pasado, sus circunstancias histórico-sociales y su cuerpo fisiológico. Por lo mismo Sartre (1968) afirmaría en El Ser y la Nada “Schmitt era obrero berlinés de 1870; es, en tanto que está arrojado a un mundo, en una «situación»”, en otras palabras, cada individuo, aunque se proyecta para hacerse, siempre es un individuo cargando unas circunstancias.


Ahora bien, un individuo al proyectarse, y al estar en situación, debe al menos aprehender una realidad. Por ejemplo, Juan puede ser lo que él desee, pero solo puede serlo dentro de su contexto; y por lo tanto, debe aprehender que es alto, que va al colegio, que tiene 17 años y que vive en el Poblado, entre otras condiciones que de alguna manera sean determinables. De esta forma, al encontrarse un individuo con otro, el otro como individuo se me aparece como objeto de la realidad, y viceversa. Seamos más claros, Juan estudia con Pedro, pero, para Juan, Pedro es un elemento más del colegio. Pedro, en ese instante, es objeto de la realidad de Juan. Esto, sin embargo, hace que los individuos se relacionen haciendo, cada uno, validar su realidad –el otro no desea ser validado como objeto–. Esta relación, para que el otro sea como individuo, ha de ser una confrontación entre realidades; pues “el individuo reclama su cumplimiento como individuo, el reconocimiento de su ser concreto, y no la explicación objetiva de una estructura universal” (Sartre, 1968). En otras palabras, ha de ser una confrontación de realidades en tanto que el individuo busque ser validado como otro que también es individuo, no como categoría filosófica que busca ser objetiva, pero sí como un alguien único e individual que, al igual que el otro, constituye una realidad a partir de determinados elementos. A esta confrontación que hace que se relacionen los individuos le llamaremos, aquí, relación de tensión. Y tendremos que la misma puede devenir en el reconocimiento del otro como igual, como individuo; o en la cosificación del otro como objeto de mi realidad.


Entendemos, pues, que el individuo al relacionarse con el otro se encuentra inmerso en la sociedad. Este individuo tiene dos tendencias, la heteronomía, en la cual convive con el otro, por motivaciones externas, y la autonomía en la cual es con el otro y convive con este motivado por su criterio mismo. Se hará después la relación de la heteronomía con la vanidad y la autonomía con la auto-expresión.


En ésta debe, por lo tanto, interactuar con los otros, a los cuales debe reconocer como iguales. Es aquí donde puede percibirse una primera causa de tensión en las relaciones; ya que, si al otro no se lo reconoce como igual, no hay motivación íntima para proceder de tal manera que surja una convivencia naturalmente entre los dos individuos que interactúan. En el momento en el que se reconoce al otro como igual, asumiéndolo como individuo en potencia de desarrollar su autonomía, los motivos para no causarle perjuicio al otro se vuelven el respeto y reconocimiento de su condición -que, es la misma para los dos-. Por otro lado, mientras al otro no se le reconozca como igual y no se logre sostener una relación, en la cual la autonomía y el reconocimiento del otro primen en la sana convivencia, será necesario remitirse a un juramento. Dicho juramento consiste en delegar las libertades para formar un grupo en el cual se establezcan determinados principios, que reglarían y juzgarían a todos los miembros, tanto desde un ámbito jurídico como moral, de tal forma que el juramento mismo, se convierte en el criterio social. Así, los individuos que se remiten a éste, al no ser capaces de sostener la relación de tensión, establecen en el juramento los principios mínimos de convivencia. Puede entonces decirse que el respaldo de la convivencia, es el juramento mismo y no la íntima determinación de reconocer al otro como igual, como individuo en potencia de desarrollar su autonomía.       

Si asi lo fuera, no habría necesidad de hacer un juramento, ya que el juramento se hace por uno mismo inserto en la sociedad con el otro, y no por el otro. En esta dificultad de reconocimiento del otro, debe permanecer el juramento. El individuo autónomo únicamente es juzgado por el juramento, por el simple hecho de pertenecer a la comunidad que se rige por este.; pero este individuo no es reglado por el juramento, aunque es posible que su respaldo de proceder sea paralelo al del mismo. Es diferente el caso del individuo autónomo y el heterónomo; en una misma acción, por ejemplo, la decisión de no cometer un delito, el fundamento de las dos actitudes es diferente. Sirva de ilustración lo que Fernando González afirma al respecto, en su ensayo Los Negroides: “No hay que dejarse engañar por los actos; la motivación les da el valor. Por ejemplo, el que abandona la corbata, puede ser para distinguirse o porque ya no le encuentra sentido. Tenemos, pues, que la corbata nada significa. Hay corbatudos vanidosos y los hay geniales. Hay hombres desnudos que son vanidad. Lo importante, en la cultura, es que todas las manifestaciones manen directamente de la personalidad.” Acá, puede distinguirse que el proceder del individuo heterónomo es vanidoso y el del autónomo parte de la auto-expresión. “Llamamos vanidoso a un acto, cuando no es centrífugo, es decir, cuando no es manifestación de individualidad [...] Vanidoso es quien obra, no por íntima determinación, sino atendiendo a la consideración social.” En contraparte, la auto-expresión es poner en manifiesto la individualidad, actuar por motivaciones propias. Es aquí donde se distinguen los dos tipos de individuos anteriormente enunciados, que a pesar de actuar en alguna situación de la misma forma, se fundamentan diferente y es ésta y no otra la raíz de la imposibilidad de tener una sociedad autónoma, que no necesite recurrir a un juramento para lograr una sana convivencia, que propicie un mejor desarrollo.


Un individuo heterónomo, una vez se une al grupo, al delegar su libertad se encontraría inserto en un gobierno que busca reglar y juzgar a los individuos como una masa sin que estos sean reconocidos como un otro como individuo. Este gobierno resulta directamente del juramento, es decir, no es un gobierno de una persona, sino la tendencia de una actitud; siendo así que se nos muestra un gobierno que mira en sí mismo, y no un gobierno que resulta de cada individuo. En este orden de ideas, nos encontraríamos pensados y no pensando, vividos y no viviendo, hablados y no hablando, etc.; a este gobierno le llamaremos gobierno-en-sí-mismo. No obstante, para que dicho gobierno pueda cumplir su propósito, debe manifestarse en una persona. Dicha persona es la manifestación de una tendencia, y es quien encarna al gobierno-en-sí-mismo; utilizando a la sociedad como un instrumento en favor de sus propósitos.


Tal situación, sin embargo, no expresa la totalidad de las posibilidades que abarca el gobierno-en-sí-mismo. El juramento comienza a fisurarse una vez el individuo se encuentra solo con su libertad, entendiéndose esto como el deterioro de dicho juramento cuando una persona se encuentra en una circunstancia en la cual puede disponer de varias posibilidades; siendo este el sentido en el cual se puede afirmar, con Sartre, que "el hombre está condenado a ser libre". Por ejemplo si Arturo quiere matar a Tulio y al momento de la decisión crucial se encuentra más allá de la legalidad y decide no matarlo por la sentimentalidad, el juramento se habrá deteriorado por el hecho de no encontrarse reglando a Arturo. En este punto efímero en el cual él se encuentra solo con su libertad, tiene entonces dos opciones: volver a delegar su libertad al juramento o reconfigurar sus relaciones con Tulio. Entendemos así que la fisura se da por la libertad que posee el individuo, bien para reafirmarse en el Juramento, bien para reconfigurar la relación con su semejante. Si al reconfigurarla, son capaces ambos de mantenerla autónomamente, devendrán entonces en individuos autónomos que se reconocen como iguales, es decir que se auto-expresen nos encontraremos pues, finalmente, con lo que llamamos un gobierno-de-sí-mismo. No es posible en este caso que se establezca un nuevo juramento, el cual solamente puede existir (desde donde lo entendemos) si un grupo de personas llega al consenso de delegar su libertad.


Ahora, se abordará el proceso de construcción del gobierno de-sí-mismo, en el cual cada individuo obligatoriamente deberá ser el único responsable de manifestar su individualidad, lo cual se logra por medio de la auto-expresión. Consideramos menester, ahondar inicialmente en el término auto-expresión. Para Fernando González, esta actitud es la contraparte de la vanidad y afirma que: “La vanidad está en razón inversa de la personalidad. Por eso, a medida que uno medita, que uno se cultiva, disminuye.” De tal manera que la propia fundamentación sea el producto de la revisión y construcción de un criterio propio en el cual se considera no tanto el actuar, sino más bien las motivaciones hacia éste. El actuar cobra importancia por añadidura ya que al reconocerme a mí mismo como sujeto en potencia de auto-expresarme, reconozco al otro como igual, que comparte la misma potencia de ser e identifico de tal forma el agredir o atentar contra el otro, un atentado contra la auto-expresión del mismo, que resultaría impidiendo la construcción de una sociedad autónoma que pueda prescindir del juramento. Esta heteronomía fundamentación del proceder propio no es asunto de masas, por lo tanto, no habrá un líder que pueda erigirse en poder, ya que de tal manera, puede presentarse un juramento dentro del juramento, se entraría a dogmatizar para combatir la dogmatización del juramento; lo cual no sería conveniente para la construcción de la sociedad que se busca. Por lo tanto, cada individuo es responsable de sí mismo y no delega su libertad a ninguna persona o entidad, de tal manera que pueda contribuir a la construcción de relaciones de tensión que no necesiten del juramento para que esta se vea respaldada. Así, comenzará a poder prescindirse del reglarse por el juramento, aunque siempre estará presente el poder ser juzgado por el mismo. Pero este ser juzgado, si es que se logra la situación utópica que proponemos, no estaría validado por el juramento, sino por la íntima determinación común de no atentar contra el otro y reconocerlo como sujeto en potencia de auto-expresarse.


Para finalizar, sólo quisiéramos enfatizar sobre la propuesta de constituir un gobierno-de-sí-mismo que, en últimas, le permitiría a cada individuo disponer de su libertad en el acto mismo de auto-expresarse con el otro. En otras palabras, el respaldo de todo gobierno debe ser por motivos íntimos; pudiendo ser éste paralelo a los principios de convivencia establecidos; de tal forma que cada individuo no se cosifique en el mismo acto de cosificar al otro, partiendo del presupuesto de que nadie debe ser reglado sino juzgado por los principios mínimos de convivencia. Pero, aún queda una incógnita sin resolver: ¿qué tan posible es determinar unos principios mínimos de convivencia universalizables?.

1 comentario:

  1. Ustedes mostraron que tienen muy buen discurso e ideas en lo que expusieron, pero cuando hablaron dejaron muchas de sus ideas en el aire, pues si hablan del gobierno de si mismo, por que no están de acuerdo con que nosotros los jóvenes si podemos hacer algo, además de pensar como ustedes lo hacen y que eso es una esperanza y un camino hacia el gobierno de nosotros mismos, porque de lo contrario se estarían contradiciendo ustedes mismos, en muchas de las cosas que dijeron.

    ResponderEliminar